El 11 de agosto fuimos (por enésima vez) a casa de Fátima a tomar algo después de cenar y nos pusimos a jugar a Jenga.
Como no era ningún reto jugar con las manos, pasamos a jugar con nariz y boca.
Y como aún era muy fácil, pasamos a jugar con los ojos cerrados y escuchando las instrucciones de quien estuviese a nuestra izquierda.
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